21 noviembre 2013

El reto de contar algo contando nada

Me mira el reloj y ya son
las seis.
Paseando soledades (no, no, demasiado típico)
borrando mis pasos a cada (uf!, ahora me recuerda a Machado)
Empiezo de nuevo.
Ya son las seis y siete minutos
y la inspiración expira su
aliento lejos de mis palabras (expira su aliento, por favor…).
Estos recurrentes juegos de palabras
hacen avanzar esta cosa
que aspira a poesía.
Hablando de aspirar; recuerdo
cuando hacía colección de palabras
y mi preferida era
lapislázuli.
Decidla en alto para ver (oír) qué bien suena:
lapislázuli.
Las esdrújulas ponían músicas
a las llanas y mentirosas utopías.
Una vez, en un bar al que llevé
mi lápiz (arma de construcción masiva)
observé a una mujer que se ajustaba
la falda dando dos saltitos;
me encantó ese gesto: dos saltitos.
Dos jóvenes se dieron con el codo
tal que así,
observando algo más que su falda.
Había moscas de verano
y moscones de otoño.
La mesa estaba pegadiza
de alcohol reseco;
rastro de momentos y diálogos
anteriores… (la poesía busca la prosa
llegados hasta aquí)
Historias y gestos que no relatan
grandes hazañas;
paisajes urbanos que inspiran
la mejor manera de contar algo
contando……. nada.