11 diciembre 2015

Siendo

Parece ser que existen personas impolutas, éxitos andantes que pueden con todo, adalides del “llegar a ser alguien”, iconos del quiero, puedo y lo consigo. Cuando llegan a casa la tienen ordenada, sus niños echan carreras para abrazarles, la cocina huele a rosas. Cuando pasan por escaparates de tiendas los maniquíes les aplauden, llevan cada pelo en su sitio y la camisa siempre planchada. Que sí, que existen estas personas que nos transmiten todo esto.
A veces pienso qué habrán hecho para soportar toda esa carga. Poder con todo tiene que ser horrible y llegar a ser alguien muy deprimente; supongo que se les ha olvidado que “ya son” Que no eres lo que tienes.
Me gusta más observar las personas con arrugas de varios fracasos en la cara pero media sonrisa de estar viviendo, esas personas que quieren, a veces pueden y otras no lo consiguen; que llegan a casa y tienen que hablar con el hijo que se ha enfadado y la cocina huele a lentejas recalentadas; adalides de la realidad, lejos de sostener el disimulo estático de un maniquí que, por trabajar su imagen, está hueco por dentro.