Un teclado que sabe muchas
historias, un cuento que ya no lo cuenta, el paseo del perdedor con el que no
pudo la victoria, el humo del bar que se lleva besos imaginados, la caricia de
la prostituta ante la precoz eyaculación de adúlteros pensamientos, la cara de
tonto del que aplaude en un mitin, la palabra que no encuentra en el cuerpo
desnudo de aquella mujer y el desnudo del hombre que la dejó sin palabras,
estas letras sin argumento en busca de un punto que no llega, la novela que aquí
no lees, la falda que se levanta para contemplar algo de arte, el arte que no
se cuelga, las notas que huyen de esa raquítica guitarra, el astrónomo que
encontró la clave del sol en una partitura de piano, el orden que trae el
descontrol, la carta que no escribió el escriba, tus ojos repasando estas
letras, el cuarto creciente del niño solitario, ponme otro vaso de intenciones,
dame una botella de mírame pero no me dejes de mirar, el ratón orgulloso al ver
que cuando pasa algunos se ponen de pie creyendo que le ovacionan, el momento
en el que el trabajo ficha en el horario de tu vida, la cárcel que no se ve, el
vuelo sin aplauso del gavilán, una de bravas y otra de cobardes, el trueque
hipócrita de culpas por rezos, la duda que no te atreves a dudar, la tensión
del cumpleaños que le fuerzan a ser feliz, la boda que intercambia necesidades,
el amor que escapa del ego, mis errores favoritos, la enorme tristeza que
delata alguien que nunca llora, estas palabras que me dieron la palabra de que
viajarían inconexas y este punto final… que no, que jamás llega, las historias
incompletas de una vida que se emborracha en el bar del ahora y que ahora es
eterna