19 mayo 2020

Un poco de luz (aprendiendo del faro)

El faro está lejos, solo y apartado de la comunidad. Por eso es útil.

Ilumina en circunstancias adversas siendo una guía para navegantes, una esperanza real, una sorpresa en el horizonte y una buena señal.

Hay momentos que debemos estar solos y encontrar nuestro faro. Esa luz que no se puede manipular, ese brillo que asusta y que podemos entregar, la fuerza inmensa que escondimos por miedo, esa verdad que no quisimos sacar.

El faro es torre y luz, fuerza e iluminación. Es el momento de despertar.

1) Todo es transitorio como los barcos que buscan el faro. Lo que nos preocupa es el “mientras”. Aprende a vivir con todo (incómodo y cómodo) y establece un compromiso real. Aceptar significa vivir con ello, que no rendirse a ello.

2) Yo dirijo mi mente. Soy el farero. Excepto si dejo que la marejada coja el timón, que es lo que suele pasar. Puedo elegir hacia dónde dirigir la atención. Soy el que elige y no lo elegido, no soy la comida sino el cocinero, no soy lo que pienso sino el que piensa. Asume la dirección de la mente y disfruta de las pequeñas cosas.

3) Agradecer. Si haces una lista de lo que puedes hacer y de lo que tienes en lugar de aquello que ya no puedes hacer o no tienes, quizá, quién sabe, empieces a valorarlo. Tú eliges cómo navegar.

4) Solidaridad. Que no sea una palabra, que no sea una competición de “egos”, que no sea un negocio… Aquello que nace de la luz interna, incondicionada y libre, es solidario. No te eches “faroles” conviértete en el farero. Si iluminas a otros te iluminas a ti como un espejo. ¿Cómo? No hay “cómo”, la solidaridad es reacción y consecuencia. Si la comunidad mejora, tú progresas pues eres comunidad.

5) No controles. A no ser que quieras aumentar la tensión mental. El barco perdido está preparado, pero no controla todo pues, si lo hiciera, no saldría a la mar. Pueden ocurrir tormentas, accidentes y un sinfín de acontecimientos. Si tratas de controlarlos el controlado serás tú, por tu propio miedo, por tu propia mente.

6) Crear. Para que Ulises regrese a Ítaca tiene que pasar por toda una Odisea. Así que hay que agudizar el ingenio pues el viaje es largo hasta que se logre encontrar un faro. La creatividad es la ilusión de la vida; un poema, conversaciones, juegos, diario de viaje, nuevas formas de ayuda… Para instalarse en lo nuevo, hay que dejar espacio en la mente descartando lo que sobra, la moda y automatismos establecidos que me impiden crear.

7) Renuncia. El barco también suelta lastre y muchas veces arria suntuosas velas para equilibrarse. El camino más rápido a la estabilidad mental es darse cuenta de aquellas cosas a las que estoy apegado, me tienen atrapado y no me atrevo a renunciar. Ya sea una adicción, miedos, complejos, personas, etc. Llega un momento en la vida que hay que aprender a renunciar para no renunciar a la vida.

8) Serenidad. Mantener la calma en mitad de la tormenta sin perder el timón… es muy fácil decirlo y lo que nos interesa es que ocurra en realidad. La serenidad llega como consecuencia del autoconocimiento.

El timón es mi atención, el barco la vida y los imprevistos cómodos e incómodos el mar. La serenidad llega cuando comprendo que todo es navegar. Todo se mueve.

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12 mayo 2020

Aquellas historias con historia...

Por el lienzo de las calles apenas circulan historias, ni siquiera bocetos, que salgan de la incontrolable necesidad de expresarse, de vivir dos vidas y tres muertes amaneciendo en extrañas camas e imposibles aventuras. Por lo que antes eran escenarios de historias con historia, ahora se viven selfi-aventuras, imitaciones de segunda, tercera y cuarta categoría, ansia de captar el minuto y compartir el ego-momento, niños con la imaginación dentro del plasma, perros pijo-callejeros que no muerden un hueso porque no hay, mascotas con humanos detrás intentando que vivan como personas, ósea: guau; ni siquiera está el hombre del carajillo que te mandaba al carajo.

¿Dónde se fueron los planes sin planificar, los imprevistos sin foto y la moda sin moldes? Los nuevos tiempos dicen, como si el tiempo entendiera de novedades, gilipollas, gente brillante o historias.

Afortunadamente conozco individuos (nunca gente en masa) magníficos; quizá no magníficos, que me recuerda a cuentos rimbombantes aparte de al gran Solimán; puede que individuos auténticos, de esa inteligencia que no hace falta examinar, esos sujetos que no les hacen falta muchos objetos y casi ni predicados, sino que predican con ejemplo y me dan sana envidia e inspiración para poder avanzar hacia esas calles donde pasean; las calles donde conviven prosas, pura poesía, música… y talento. Esa capacidad que no requiere titulación, demostraciones o peloteo.


02 mayo 2020

Despertando al insomnio

Prefiero el insomnio del señor Aurelio que hunde sus manos en la dura tierra, al letargo hipnótico del que aplaude en un mitin. El desvelo del que pone paz sin levantar la voz, al ensueño del que lleva el símbolo de la paz en una camiseta. La vigilia de una madre… cuidando a la hija de una amiga, al aburrimiento del que va comunicando a voz en grito su solidaridad.  El trasnoche de un alcohólico luchando contra sus ganas que el amodorramiento de un grupo de jóvenes detrás de una bandera por la que desvariar. La noche intensa del escritor y el músico componiendo al sonambulismo de la imitación para sentirse correspondido. El sexo pernoctando libre sin censura al reprimido que va juzgando lo que más desea. Los búhos y gatos inquietos y vigilantes a la dormida civilización que contamina sin parar.
En definitiva, prefiero despertar al insomnio que desaparecer durmiendo al son de lo que la sociedad diga que es lo normal.