20 junio 2018

Mitos de la felicidad...

Acéptate tal y como eres.
Esta gusta mucho, de hecho, cuando llegan a casa después de oír a un supuesto experto decir que hay que aceptarse como uno es, se refuerza la gilipollez en grado extremo. "Me han dicho que me acepte como soy así que si exagero pues exagero y te aguantas pues yo voy a ser feliz" En unos meses este tipo de aceptación lleva a consumo seguro de tranquilizantes (que tampoco harán feliz a largo plazo)
Sonríe aún sin ganas.
Esta es muy guay. Si no fuera porque a lo largo del año pasan cosas que requieren nuestra emoción inevitable, repito: inevitable, de tristeza para equilibrar emociones, sería fantástico. Así que cada vez veo más gente con caras extrañas haciendo muecas enseñando dientes supongo que para mover endorfinas pero su gestión de la tristeza no anda fina que digamos, llora joder, que no pasa nada, pero no te conviertas en un quejica, término medio.
No existen los problemas.
Esta la suelen decir los neogurús del siglo 21 y la gente se la cree. Así que cuando tienen problemas se inventan que no los tienen y el problema va creciendo hasta que de nuevo nos encontramos con la pastilla.
Hay que ser muy activo
En cuanto oyen esto se apuntan a tres cursillos por semana, doce fiestas al mes, el amante, la querida, maratón, karaoke y por supuesto el aumento de estrés lógico por empeñarte en ser activo. Toma una pizca de patxarán después de comer y echa una siesta que no eres imprescindible.
Evita gente tóxica
De esta ya he hablado muchas veces. Es una de las preferidas pues nadie piensa que uno mismo es tóxico a riesgo de evitarse a sí mismo y fomenta que “yo” soy de los buenos, especial y los demás son los que no tienen razón y andan por ahí molestando. Si es que hay cada uno… (que nunca soy yo)
Regálate tiempo.
Mejor olvídate del tiempo. Si sales de trabajar a las tantas a ver quién carajo va a venir con una cajita con su correspondiente lacito que lleva dentro tiempo. Tienes el tiempo que tienes, aprovecha y acepta, ya está, no des vueltas.

15 junio 2018

Ya está aquí el mundial

El deporte con más seguidores, llamados erróneamente aficionados pues son todo unos profesionales en alineaciones, tácticas y sobre todo árbitros.
Freud diría que el mundial de fútbol es la expresión fálica de un testículo rodando con el fin de entrar en ese útero en forma de portería que protege un  cancerbero con guantes profilácticos mientras el árbitro va con su pito por todo el campo. Luis Buñuel vería, sin embargo, el discreto encanto de la burguesía animando a billetes con patas persiguiendo ese oscuro objeto del deseo.
Se compone de once jugadores que es el símbolo del sodio con que se hace el desodorante que anunciarán después del partido y consiste en meter un gol más que el equipo rival. Para ello hay que recoger la frase del galés Vinnie Jones: “Ganar no es lo importante, siempre y cuando ganes”
El gol es algo así como tres orgasmos en un segundo si es del equipo que apoyas o la desesperación más absoluta que el cuadro El grito de Munch si es en contra.
Personalmente tuve un poco de contacto jugando de chaval (me gusta esta palabra, chaval, me suena a adolescente con desparpajo) pero me gustaba tanto regatear que acabé regateándome a mí mismo con otros sueños que llamaban a la puerta.
Muchos países participan en este evento, desde los antiguos vikingos representados esta vez por Islandia, Dinamarca y Suecia pasando por eslavos, aztecas, latinos, germanos… luchando por la copa que embriague a sus aficionados. Batallas más sanas que las guerras, aunque patrocinadas por un negocio que mueve el dinero suficiente para paliar guerras olvidadas pero muy presentes que hacen jugar sin zapatos a críos que sueñan con meter un gol con agua y comida suficiente para volver a jugar.
Como decía Galeano "El fútbol es la única religión que no tiene ateos"