24 marzo 2020

No tengo edad. Soy persona

“Vosotros, jóvenes, estáis escuchando a un hombre viejo, a quien los hombres viejos escuchaban cuando él era joven” (Augusto)
La errónea interpretación de la belleza externa, la sociedad de las prisas y la autoimagen como nuevo Dios, nos ha llevado a ver a las personas mayores (en la cultura occidental) como algo incómodo, que estorba y genera multitud de problemas (a nuestra ego-comodidad)
Que si el virus “afortunadamente” afecta más a las personas mayores, largo etc. Corremos el peligro de normalizar (cada vez más) comentarios como el que he oído: “es una suerte que el virus afecte menos a los jóvenes”
Banalizar la importancia del mayor es infravalorar la propia importancia como persona, teniendo en cuenta que la propia persona va a ser mayor. Lo que hagamos por el sector de población envejecido lo hacemos por nosotros, es de pura lógica.
El tercer lunes de septiembre se celebra en Japón el Keirō No Hi (Día de respeto a los Ancianos) remarcando la importancia de la experiencia de los mayores. 
Para muchos musulmanes es un honor el cuidado de dichas personas por la oportunidad que supone para crecer espiritualmente; y en China hasta hay leyes que promulgan el cuidado de las personas mayores con sanciones de acceso a créditos y barreras en sus actividades económicas si no cumplen la ley de cuidar a los ancianos.
Como persona (y soy persona tenga la edad que tenga) me preocupa la frivolidad con este tema. Me gustaría que, cuando llegue a la jubilación, no se discrimine no solo por raza, género, clase social, incapacidad, etc. sino tampoco por edad. Sutilmente, a veces se hace.
Todos nacemos siendo originales y la mayoría acaban siendo copias, decía Carl Jung; que la copia no sea la moda de ignorar socialmente.

"La tierra es la madre de todas las personas, y todas las personas deben tener derechos iguales en ella" Hin-mah-too-yah-lat-kekht ("Trueno que rueda por la montaña")