Hay como tres cuartas partes del
cine al aire libre para que se siente y elige a mi lado. Al principio estaba
muy discreta pero no pude dar crédito cuando empezó a picar de mis palomitas.
En la pantalla, los comensales del “Ángel exterminador” de Luis Buñuel, no
pueden salir del salón aunque la puerta está abierta. Ya le dije a Miren que si
se atrevía a proyectar semejante película como cine de verano no iba a venir ni
el Tato. Antonio Sánchez “El Tato” fue un torero que no se perdía una sola
faena, incluso cuando fue amputado de una pierna.
A mi lado, la susodicha empieza a
retorcerse en el asiento mientras hace gestos raros con la cabeza. ¿Por qué no
habrá elegido otro asiento? Si es que me tocan unas compañías.
En la pantalla, unas ovejas
desfilan cerca del salón donde se encuentran atrapados con la puerta abierta
los invitados. Le pregunto a mi compañera de asiento si le gusta la película y
hace un gesto afirmativo con la cabeza. Quizá seamos de los pocos que prestamos
un poco de atención a la pantalla. Recuerdo la comparación de la pantalla y sus
imágenes. Nuestros pensamientos son imágenes, las cuales no somos, que se proyectan
en nuestra mente. La pantalla es la pantalla independientemente de lo que en
ella aparezca. Bueno, dejemos cosas tan místicas y aterricemos de nuevo en el
cine.
Intento entablar conversación con
ella y me hace un gesto como que se va, que está de paso.
Me gusta como viste; por la
cabeza un tono rojo intenso y lleva un plumaje desde el cuello a la cintura
mezcla de amarillo y azul. Siempre me han gustado las cardelinas y ésta, que de
sorpresa se ha sentado a mi lado, parece que ya va a ahuecar el ala. Es curioso
que se atreva a acercarse tanto a un ser humano, teniendo en cuenta que no
tenemos de humanidad lo que se supone tenemos de humano.
La película avanza en solitario
por un mundo tan surrealista como el vuelo que ha emprendido mi inesperada amiga
en busca de otras aves nocturnas bajo el proyector de la luna.