24 mayo 2018
21 mayo 2018
Navegantes sin nave
Tenía un barco que no navegaba,
unos indios que no tenían montañas, un orangután que no rugía y un armario
donde meterlos a todos juntos.
Cuando estaban dentro… los
indios, arco en mano, asaltaban el barco donde el Dr. Livingston partía en
busca del orangután perdido. Mis juguetes daban cuenta de lo que podía ser pero
no de lo que era. Aunque Afrodita A se quitaba y ponía pechos “fuera” a su
antojo y Mazinguer andaba obsesionado con el Doctor Infierno.
La cosa ha empeorado. Ahora todo
está dentro de las pantallas. Apenas hay indios en USA, las montañas arden y
los orangutanes están en peligro de extinción. La atención está secuestrada por
barcos que no navegan y van cargados de egos que salvaguardar. Egos que
requieren aplauso, imagen que cuidar, no basta con disfrutar ¡Se tienen que
enterar como disfruto! Dependencia del halago, mentiras que tapar…
Los juegos reunidos son ante móviles,
Geyperman y la Barbie andan por platós de tv, las canicas son balas que vender
a países pobres, Robin Hood entró al parlamento donde ya no reparte…
Invocaré a las Lamiak a Odín y a
Zeus, viajaré al recóndito Tibet en busca de Shangri La, buscaré en los bosques escoceses la tabla redonda y
beberé del Santo Grial hasta que la mente descanse del ego hasta el infinito y
más allá.
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