“Vosotros, jóvenes, estáis escuchando
a un hombre viejo, a quien los hombres viejos escuchaban cuando él era joven”
(Augusto)
La errónea interpretación de la belleza externa, la sociedad de las
prisas y la autoimagen como nuevo Dios, nos ha llevado a ver a las personas
mayores (en la cultura occidental) como algo incómodo, que estorba y genera multitud
de problemas (a nuestra ego-comodidad)
Que si el virus “afortunadamente” afecta más a las personas mayores, largo etc.
Corremos el peligro de normalizar (cada vez más) comentarios como el que he oído: “es una
suerte que el virus afecte menos a los jóvenes”
Banalizar la importancia del mayor es infravalorar la propia importancia
como persona, teniendo en cuenta que la propia persona va a ser mayor. Lo que
hagamos por el sector de población envejecido lo hacemos por nosotros, es de
pura lógica.
El tercer lunes de septiembre se celebra en Japón el Keirō No Hi (Día de respeto a
los Ancianos) remarcando la importancia de la experiencia de los mayores.
Para muchos musulmanes es un honor el cuidado de dichas personas por la
oportunidad que supone para crecer espiritualmente; y en China hasta hay leyes
que promulgan el cuidado de las personas mayores con sanciones de acceso a
créditos y barreras en sus actividades económicas si no cumplen la ley de cuidar
a los ancianos.
Como persona (y soy persona tenga la edad que tenga) me preocupa la frivolidad con este tema. Me gustaría que,
cuando llegue a la jubilación, no se discrimine no solo por raza, género, clase
social, incapacidad, etc. sino tampoco por edad. Sutilmente, a veces se hace.
Todos nacemos siendo originales y la mayoría acaban siendo copias, decía Carl Jung; que la copia no sea la
moda de ignorar socialmente.
"La tierra es la madre de todas las personas, y todas las personas
deben tener derechos iguales en ella" Hin-mah-too-yah-lat-kekht ("Trueno que rueda por la montaña")