El viejo Ernesto fuma en pipa hierbas que coge por el prado. Tiene cuarenta
y cinco arrugas y mirada de “a mí que me cuentas”
En su día profetizó dos guerras y tres crisis económicas y hoy le visita
un periodista de medios locales.
-¿Qué está por venir? -se interesa el reportero en la primera pregunta.
Aspira un poco de esa mezcla que lleva en la pipa, mira la ciudad que
está a lo lejos de la cabaña donde vive y, a la vez que expulsa el humo, contesta:
-Nada. No cabe un tonto más.
Sorprendido por la ironía, el periodista le comenta que hay gente
maravillosa y no puede ser todo tan negativo, que es un cenizo… Ernesto le
interrumpe justo en ese momento señalando con el dedo una parte de la ladera
quemada del monte.
-Hablando de ceniza…
El reportero insiste en que siempre hay esperanza y que solo ha venido
por las profecías. Que si le va a contestar…
- No he dicho que no haya gente maravillosa, sino que no cabe un tonto
más.
-Y entonces… ¿Qué le dice su intuición sobre el futuro que nos viene?
Ernesto señala de nuevo con el dedo y, delante de ellos, junto al borde
del precipicio, hay un grupo de jóvenes turistas, bebida energética en mano,
haciéndose un selfi con los pantalones bajados diciendo “patata” mientras no
advierten que un jabalí desbocado se enfila directamente hacia ellos.