07 noviembre 2010

Miradas

Gira el cuello para encontrar una vez más a su marido mirando por la ventana. Él levanta las cejas sorprendido al ver de nuevo a ese niño que roba en silencio una moneda al mendigo. Hay gente que está a oscuras y otros como este ciego indigente que observa por sus oídos cómo una manita se lleva de nuevo una moneda de su gorra, y sonríe; y se alegra por ello. Esa moneda la echó una señora que se va con su sombrero de plumas, sus miradas de reojo y su gesto de santa. La espera en casa su marido mirando al suelo y reflexionando sobre su amada. Su amada recoge unos billetes y resopla de aburrimiento cuando se despide de otro cliente que esconde sus ojos detrás de negras gafas a la salida de ese prostíbulo en el que se clavan tantas miradas.
Y va pasando el día, como todos los días, mostrándonos que lo más importante y las verdades, sin duda, están más allá de las palabras.

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