Esta semana hemos visto un jabalí cuando bajábamos el monte. Por ahí iba, tan campante, sin ideología ni cuenta corriente ni siquiera a favor o en contra de la corriente, sin ganas de agradar excepto si se presenta alguna buena jabalina de curvas suntuosas y colmillos bien puestos, sin mañana, al día y solo en el día.
Mi montañera amiga me advirtió de su presencia y el silencio mató al tiempo y al espacio. Solo había atención, del jabalí hacia esos animales que dicen no ser animales y de nosotros al jabalí.
Como es normal, no le resultamos de interés, vio que no había peligro y se fue como si nada en busca de nada porque cuando tienes por casa un bosque y por planes de futuro solo hoy, solo queda disfrutar de la próxima sorpresa o huir del siguiente peligro.
Ya, ya, que no es realista esto. Bueno, hay que adaptarse al entorno donde vives pero se puede aprender algo de nuestros hermanos los animales. Quizá copiar su humanidad no siendo tan “animales” como somos al destrozar esas casas llamadas bosques como tontos que no saben que más allá del ladrillo nuestra casa es la tierra que más pronto que tarde se revelerá porque la tierra también es un ser vivo.
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