La pareja se compone de par (igual) y el sufijo despectivo eja. Algo así como igualejos, parecidejos. Atribuido a las relaciones de amor o parejudos, empieza el lío. ¿Nos juntamos por necesidad más que por amor, por miedo a la soledad, por amor verdadero? Cada uno sabe en su fuero interno la razón pero creo que la receta perfecta, siendo realistas (y ser realista es ver que necesidad siempre hay un poco), la relación perfecta se da cuando el tanto por cien de amor supera al de necesidad.
A veces, en España se usa popularmente entre los hombres el término parienta. La verdad que no es nada desacertado en muchas parejas que se ven por ahí, no en todas, solo que, quizá por machismo se olvida que también funciona al contrario, pariente. Muchas parejas con los años pasan de ser novios a parientes, de ilusionarse cuando entra por la puerta el amor de tu vida a tener el derecho de gritar y evitarse, unos auténticos parientes que no sé yo por qué hay que aguantar; se supone que a la familia no la eliges pero sí a los amigos y la pareja. ¿Por qué esa manía de dejar de ser novios para convertirse en marido y mujer? Abogo por novios, mucho mejor que ese proyecto de “parientes”
Los celos también cobran un protagonismo particular. El miedo a ser desposeído de la relación que tengo no es amor. Es miedo, punto. Es señal de poca autoestima, sin mi pareja ¿Qué soy? ¿Qué me queda? ¿Hay otros-as mejor que yo? Si dejas de pertenecerme, de entretenerme… te odio. ¿Eso es amor?
El espacio y respiro entre las parejas es fundamental así como ver la realidad, una de las cosas más difíciles de ver, quizá por miedo.
Ser parejos no es lo mismo que ser pareja o parejudos que diría la etimología arriba mencionada. Quizá la solución esté en amarse y aceptarse lo suficiente a uno mismo y así estar preparado para compartir la vida con otros sin depender ni apegarse tanto a ellos, con amor, y el amor es libertad.