Cuando pillan a esa persona tan
recta, torcido y diciendo “solo he venido al bar” con el pelo revuelto a la
salida del burdel.
Las veces que me pillo
mintiéndome a mí mismo y por fin me doy cuenta.
El joven salvador del mundo que
está ayudando a una persona y cuando se da cuenta de que nadie mira, termina la
ayuda de inmediato.
Manifestaciones en contra de la
globalización con móviles en mano y quedando por el global internet.
Cuando alguien se empeña en
obligarse a querer mucho a otro porque es de la familia y no hay manera, así
que solo le queda fingir que le quiere.
Cualquier asistencia a un funeral
de gente que te importa un pimiento.
Las personas que publican “un
aplauso por los que somos… (aquí viene algo fantástico o mega-especial) o cuando
dicen una virtud escondida como si fuera un error tipo “mi mayor defecto es que
soy muy sincero” y luego evidentemente no son más que un caladero de necesidad
de aprobación.
Los adalides de la tolerancia
siempre y cuando coincida dicha tolerancia con su forma de pensar.
Cuando se sale de escuchar
palabras en un templo que no coincidirán con los hechos, pero con cara de haber
hecho ya algo bueno.
La gente tóxica que nunca eres
tú.
Cuando hablamos de los
hipócritas, como estoy haciendo, como si nosotros mismos fuéramos unos seres
especiales venidos del espacio sideral que nunca caen en semejante palabra.
Cuando no dices “follar” después
de haber follado.
La casi obligación de decir lo
guapo que está el bebé que te encuentras.
Mañana empiezo…
Así pues, el “haz lo que digo y
no lo que hago” es el inicio, y hacer un experimento de ser coherente con uno
mismo y los demás, la continuación. Deberíamos probar, pues como dijo Woody
Allen “Odio la realidad, pero es el único sitio donde se puede comer un buen
filete”
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