Por el lienzo de las calles apenas circulan historias, ni siquiera
bocetos, que salgan de la incontrolable necesidad de expresarse, de vivir dos
vidas y tres muertes amaneciendo en extrañas camas e imposibles aventuras. Por lo
que antes eran escenarios de historias con historia, ahora se viven selfi-aventuras,
imitaciones de segunda, tercera y cuarta categoría, ansia de captar el minuto y
compartir el ego-momento, niños con la imaginación dentro del plasma, perros pijo-callejeros
que no muerden un hueso porque no hay, mascotas con humanos detrás intentando
que vivan como personas, ósea: guau; ni siquiera está el hombre del carajillo
que te mandaba al carajo.
¿Dónde se fueron los planes sin planificar, los imprevistos sin foto y la
moda sin moldes? Los nuevos tiempos dicen, como si el tiempo entendiera de
novedades, gilipollas, gente brillante o historias.
Afortunadamente conozco individuos (nunca gente en masa) magníficos;
quizá no magníficos, que me recuerda a cuentos rimbombantes aparte de al gran
Solimán; puede que individuos auténticos, de esa inteligencia que no hace falta
examinar, esos sujetos que no les hacen falta muchos objetos y casi ni
predicados, sino que predican con ejemplo y me dan sana envidia e inspiración
para poder avanzar hacia esas calles donde pasean; las calles donde conviven
prosas, pura poesía, música… y talento. Esa capacidad que no requiere
titulación, demostraciones o peloteo.
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