En tiempos de vacunas deberíamos aprovechar y
suministrar, ya puestos, la inyección de realidad.
Tiene efectos secundarios, eso sí, que habría
que aceptar a cambio de sentirse más libre, que no más feliz. De pronto uno
dejaría de ser lo que tiene, se caería el personaje y saldrían a flote los
auto-engaños. Las personas verían la mierda como mierda, la soberbia como lo
que es y el alpiste que nos echan para manipularnos (creencia en la felicidad
duradera exenta de incomodidad) quedaría al descubierto y la revolución sería
tal, que el mundo caería como un castillo de naipes.
La vacuna de realidad se guarda bajo siete
llaves:
La llave de las necesidades creadas para distraernos
La llave de “dame de lo mío lo primero”
La llave de necesito un líder al que adorar o
echar la culpa
La llave de la queja y la excusa
La llave del miedo a ser libre, a ir
contracorriente, a no pertenecer…
La llave de “el universo gira alrededor de mí”
La llave que no ves y la puerta que siempre estuvo abierta