El infinitivo, pese a que me
suena a infinito, no me dice gran cosa. Prefiero un imperativo cuando la cosa
se pone candente. Dame un ¡Vamos! a un ir y un ¡Empieza! a un empezar. Los
pretéritos mejor que se queden donde están que ya tuvimos bastante y no hay por
qué dedicar tanto tiempo a un lugar que ya no está.
El imperfecto es el que
rescatamos más pues todavía está por acabar: no es lo mismo amaba que amé (que
le llaman perfecto, palabra que no existe pues la alegría de vivir aparece
cuando una imperfección te da sorpresas imperativas).
El modo subjuntivo y los
condicionales son los que eliges para no atender a la vida y torturarte, pues
tenemos un cerebro muy condicionado. Si hubiera terminado… ¡No me vengas con
esas! ¡No terminaste! Ahora a otra cosa. No me apostaría a que… Cuidado con lo
que dices que lo único que existe es lo que haces. En “navarro” tendríamos: Si
me hablarías mejor, quizá te entendería. Debe ser que tanta mezcla de pirineo,
bardenas, bosques y verduras varias… cualquiera se haría un lío. Pero también
se usa mucho mi verbo preferido: el omnipresente gerundio. Porque no es lo
mismo el futuro simple (que se cae de simple vamos, porque nada puede ocurrir
en el futuro sino solo en el presente) haré, que haciendo ni es lo mismo
abrazaré que abrazando.
Cuando te instalas en el gerundio
obtienes la realidad y descubres los comportamientos.
Así pues, vamos forjando las
propuestas que nos conviene hacer, aunque cuesten esfuerzo, con… menos querer y
más queriendo.
No puedes con todo pero con lo
importante para tu vida vas pudiendo. Abandonemos el decir, por el haciendo y
comprobarás un mundo nuevo sin pasados ni futuros, sin perfectos ni
imperfectos. El mundo que ahora mismo está sucediendo.
1 comentario:
Aún estoy "disfrutando". Genial
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