14 enero 2016

Conjugación vital

El infinitivo, pese a que me suena a infinito, no me dice gran cosa. Prefiero un imperativo cuando la cosa se pone candente. Dame un ¡Vamos! a un ir y un ¡Empieza! a un empezar. Los pretéritos mejor que se queden donde están que ya tuvimos bastante y no hay por qué dedicar tanto tiempo a un lugar que ya no está.
El imperfecto es el que rescatamos más pues todavía está por acabar: no es lo mismo amaba que amé (que le llaman perfecto, palabra que no existe pues la alegría de vivir aparece cuando una imperfección te da sorpresas imperativas).
El modo subjuntivo y los condicionales son los que eliges para no atender a la vida y torturarte, pues tenemos un cerebro muy condicionado. Si hubiera terminado… ¡No me vengas con esas! ¡No terminaste! Ahora a otra cosa. No me apostaría a que… Cuidado con lo que dices que lo único que existe es lo que haces. En “navarro” tendríamos: Si me hablarías mejor, quizá te entendería. Debe ser que tanta mezcla de pirineo, bardenas, bosques y verduras varias… cualquiera se haría un lío. Pero también se usa mucho mi verbo preferido: el omnipresente gerundio. Porque no es lo mismo el futuro simple (que se cae de simple vamos, porque nada puede ocurrir en el futuro sino solo en el presente) haré, que haciendo ni es lo mismo abrazaré que abrazando.
Cuando te instalas en el gerundio obtienes la realidad y descubres los comportamientos.
Así pues, vamos forjando las propuestas que nos conviene hacer, aunque cuesten esfuerzo, con… menos querer y más queriendo.
No puedes con todo pero con lo importante para tu vida vas pudiendo. Abandonemos el decir, por el haciendo y comprobarás un mundo nuevo sin pasados ni futuros, sin perfectos ni imperfectos. El mundo que ahora mismo está sucediendo. 

1 comentario:

carmen dijo...

Aún estoy "disfrutando". Genial