He visto un peón de ajedrez herido en el
suelo. Supongo que lo habrá arrollado un caballo desbocado, huyendo de “la
insoportable levedad del ser” (vaya título se sacó Kundera para la novela)
El compañero del peón se ha quedado firme
manteniendo la posición, que eso es lo nos piden, ser complacientes en el modo
en que está montado el tablero. Si no quieres que te señalen haz lo que se
espera de ti como pieza de ajedrez, no te salgas del guion y, sobre todo, apoya
a un líder con el cual te identifiques.
En la novela, Sabina quiere vivir sin pesos
ni ataduras. Me pregunto si eso es posible sin salirse del insoportable tablero,
de lo esperado y del grupo.
He visto como un peón de ajedrez ha
tropezado. Quizá un día nos atrevamos a tropezar más a menudo y nos demos
cuenta que las piezas más fuertes tampoco gobiernan. Hay dos jugadores mirando
el tablero y la mirada puedes ser tú si percibes cómo está montado el
juego.
Al final de la partida, el peón y el rey van
a la misma caja (proverbio italiano)
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