Me mira el reloj y ya son
las seis.
Paseando soledades (no,
no, demasiado típico)
borrando mis pasos a cada
(uf!, ahora me recuerda a Machado)
Empiezo de nuevo.
Ya son las seis y siete
minutos
y la inspiración expira
su
aliento lejos de mis
palabras (expira su aliento, por favor…).
Estos recurrentes juegos
de palabras
hacen avanzar esta cosa
que aspira a poesía.
Hablando de aspirar;
recuerdo
cuando hacía colección de
palabras
y mi preferida era
lapislázuli.
Decidla en alto para ver
(oír) qué bien suena:
lapislázuli.
Las esdrújulas ponían
músicas
a las llanas y mentirosas
utopías.
Una vez, en un bar al que
llevé
mi lápiz (arma de
construcción masiva)
observé a una mujer que
se ajustaba
la falda dando dos
saltitos;
me encantó ese gesto: dos
saltitos.
Dos jóvenes se dieron con
el codo
tal que así,
observando algo más que
su falda.
Había moscas de verano
y moscones de otoño.
La mesa estaba pegadiza
de alcohol reseco;
rastro de momentos y diálogos
anteriores… (la poesía
busca la prosa
llegados hasta aquí)
Historias y gestos que no
relatan
grandes hazañas;
paisajes urbanos que
inspiran
la mejor manera de contar
algo
contando……. nada.
1 comentario:
Me gusta mucho.
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