27 junio 2023

El viejo Arturo

Tenía por costumbre cortar leña cuando asomaban las primeras luces en el oscurecido cielo. Sus brazos ya no eran de hierro y, a cada hachazo, se le movía la piel del bíceps como las cadenas oxidadas de un viejo columpio balanceadas por recuerdos. Su mejor amigo sucumbió a un ataque de exigencia, víctima de  tanto mensaje y  vídeo de mierda incitando a dar el cien por cien. Al final, tanta estupidez de “puedes con todo” se quedó en nada tras un infarto de éxito.

Desde aquel fatídico día, Arturo emprendió su labor de cortar leña a la luz de la luna, despacio, junto al viejo roble donde descansaba su esposa, que murió víctima de un ataque de vida desbordante. Ella era la estrella que surcaba el cielo, la rama del árbol que brindaba sombra en días calurosos, la sonrisa que jamás se apagaba.

La cabaña, ahora vacía pero no desolada, cobraba vida propia. Arturo deja la puerta abierta para que los peregrinos disfruten de algo más que refugio y calor. Sidra y queso de montaña son parte del aperitivo para compartir historias y conversaciones que alimentan el espíritu a parte del cuerpo.  

Cada noche, cuando el hacha se alza y cae lentamente, Arturo se adapta a los cambios de la vida, como si cada astilla de madera caída fuera un instante de su propia existencia. Cada golpe del hacha es un acto de liberación, un modo de dejar ir las cargas. Aquella leña envolvía después la estancia, mientras las conversaciones encontraban calma en el crepitar de las llamas y las sombras se desvanecían en la danza del fuego…



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