20 mayo 2024

El invento del tiempo

Entre sus temblorosas manos coge aquel pincel que trazaba historias de ausencias, momentos por ocurrir, óleo derramado sin lienzo. El tiempo, ese viejo traidor, escribe y borra historias, pero no puede acariciar el cuerpo desnudo que Ariadna pintó, los años pueden hacer temblar la mano, sin embargo, jamás impedirán que dos personas tiemblen de emoción en cualquier rincón del calendario.

Con aquel pincel rebelde, sin causa ni bandera, inmortaliza lo único eterno: el momento. El miedo al tiempo y la soledad son dos aliados infames que te recuerdan que eres tú quien los inventa y dibuja. No hay tiempo en el roce de dos almas perdidas, ni en el arce donde una ardilla hiperactiva vigila, ni en el paseo lento del anciano, tan joven como el viento que lo rodea.




La mejor realidad de sí mismo

Que no, que no quiero ser la mejor versión de mí mismo. Para empezar, no soy un programa informático que necesita actualizarse. Yo soy y punto. ¿Competir conmigo mismo para ser mejor que yo mismo? No me va. Prefiero ver cómo crece el césped ¿Y qué eso de la mejor? ¿Acaso no puedo tumbarme en el sofá y dejar pasar el tiempo mientras no rindo?

Hay momentos en la vida que uno necesita toda la energía, momentos de ayuda, amistad, trabajo, etc. Ser honestos con nosotros mismos y ya. Además, la mejor versión de uno mismo ¿no supone dejar de ser uno mismo para ser una versión? ¿Una abeja puede dar su mejor versión de abeja con la miel? O quizá será una abeja y punto, hace lo que sabe hacer sin el aplauso de toda la colmena.

Creo, sinceramente, que hay que ser la mejor realidad de uno mismo. Es más difícil, acostumbrados como estamos a instalarnos en el personaje, el disimulo, la máscara. Pero cuando consigues ser la mejor realidad de ti mismo, sin versiones de por medio es cuando empiezas a vivir.


Empuje vital

Está en el brote de una idea, el incansable empuje de la semilla, el abrazo de improviso, incluso en la enseñanza que la enfermedad enseña. Y qué decir de la seriedad con la que se divierte el niño o cuando pasamos de todo y disfrutamos de nada.

Todo eso reside donde no llega nunca el peregrino, allá donde se cae el anillo de divorcio, en la tempestad sin timón, en las notas que brotan del saxofón, cuando al sol se le olvida asomar, en el lugar donde viven las utopías y donde no te atreviste a ir.

Cuando necesites ese empuje vital, acuérdate de la inmensidad que hay dentro de una semilla y no de su diminuta apariencia. Acuérdate del potencial que hay en ti.