Está
en el brote de una idea, el incansable empuje de la semilla, el abrazo de
improviso, incluso en la enseñanza que la enfermedad enseña. Y qué decir de la
seriedad con la que se divierte el niño o cuando pasamos de todo y disfrutamos
de nada.
Todo
eso reside donde no llega nunca el peregrino, allá donde se cae el anillo de
divorcio, en la tempestad sin timón, en las notas que brotan del saxofón,
cuando al sol se le olvida asomar, en el lugar donde viven las utopías y donde
no te atreviste a ir.
Cuando
necesites ese empuje vital, acuérdate de la inmensidad que hay dentro de una
semilla y no de su diminuta apariencia. Acuérdate del potencial que hay en ti.
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