Ni por asomo voy a conseguir
muchas metas que
persigo.
Me refiero a que de
ninguna
manera las voy a alcanzar.
Me dirán iluso, que
pierdo el tiempo.
Algunos no le
encontrarán sentido
Otros harán gestos
de negación
con sus cabezas.
Y yo estaré muy
lejos
con otros soñadores
en la cara oculta de
la luna;
sin conseguir todas
las metas…
Solo que nos bastará
con seguir
nuestro camino.
A veces es cuestión
de una sola gota. Nada más. Hay que estar atento porque están por todas partes
y pueden marcar todo un destino. Cuando luchas gota a gota sin perseguir el
mar, puede que llegues al río y con él desembocar. Hay gotas de sudor nervioso
y de ejercicio, de sexo y noches largas, de goteros rotos. Está esa gota que
colma el vaso y el vaso que se pide en el bar con gotas que agotan la soledad. En
las mañanas de niebla, te esperan en el coche y te conducen por la ciudad.
Están las gotas de Rocío, de Silvia, de Marcos y de Iván. Cuando la llaman gota
fría, hay que echarse a temblar. Todas tienen la misma esencia, aunque van por
individual, como el ser humano, que no se da cuenta, de que es gota del mismo
mar.
Cada vez que salía a correr ahí estaba; un viejo gato sin afeitar
apuntándome con su mirada felina. Al principio no le di mayor importancia. Cada
mañana salía temprano, con mis zapatillas deshilachadas, camiseta desfasada de
los 80 con el eslogan “dime a quién votas y te diré quién te engaña” y el
objetivo de dejar el futuro atrás. Muchas veces no abandonamos la idea de
futuro y se nos enquista. El deporte es un medio menos agresivo que la bebida,
así como el sexo, otro gran aliado para centrarse en el momento.
Así pues, el tercer día, sobre las ocho, salí trotando camino a la
arboleda cercana. Todo bien, cuatro vacas y una ardilla cotilleando, el viento
como banda sonara y mis peludas piernas respondían adecuadamente. Entonces
pasó. Ahí estaba de nuevo aquel gato, esta vez subido a un árbol con esos ojos
inquietantes observándome pasar corriendo. En ese momento lo reconocí. No lo
vais a creer, pero ese viejo gato impertinente, había estado presente el primer
día de colegio en que me indicaron que dejara de imaginar; en el desfile de
lencería que me hizo aquella chica siete años mayor; cuando decidí decidir aquel
día que me dijeron que mi objetivo era una quimera; también estuvo cuando
escribí aquel relato fatalista y finalista; el día que me perdí a mi aire y cuando
la conocí en el Iruña. Ese viejo gato que soy…
Para empezar, está en desuso y te pueden considerar inadaptado o rarito,
sobre todo si tienes menos de veinticinco años. No mola y puedes coger tal vocabulario
que lograrás perder ese que sé yo que te hace tan básico-guay.
Leer te lleva a expandir la creatividad, pero a modo muuuy lento. Con
cualquier videojuego o espectáculo electrónico puedes estar continuamente entretenido
sin la necesidad de ser creativo, que no mola (excepto si rimas dos frases poniendo
cara de duro mientras cantas y enseñas al público que tienes dedos en las manos
y los sabes mover), porque no está a la moda ser muy original. Te puede hacer
perder la uniformidad con los demás. Cuando más se lee menos se imita (Jules
Renard)
Leer variado (miedo da la persona de una sola temática) te hace darte
cuenta de muchos temas y eso puede llevarte a plantearte costumbres y dudar. ¡Qué
estrés! Saber cómo pensaban los personajes de cualquier autor, sea de ficción, biografía,
filosófico, ensayo, historia o poesía. Bastante tiene uno con sacar más de un ocho
de nota media en bachiller leyendo resúmenes online, que empieza a ser la nota
más baja de las que regalan hoy en día. Los verdaderos analfabetos son los
que aprendieron a leer y no leen. (Mario Quintana)
Leer te da confianza en ti mismo y te prepara para ser un buen comunicador.
No me diréis que no es absurdo. ¿Comunicar a quién y qué? Si las nuevas
generaciones son auriculares andantes recibiendo información vital para
integrarse en la alienada sociedad.
Lee y conducirás, no leas y serás conducido (Santa Teresa)
Leer es un acto de independencia, madurez, soledad, imaginación y paciencia.
Es decir, todo lo que da miedo a la sociedad actual.
Un lector vive mil vidas antes de morir. El que nunca lee solo vive una.
(George R.R. Martin)
En una aldea gallega de la Ribeira, pasan las vacas junto a un antiguo
horno. Está situada donde la piedra habla y el silencio es tormenta, allá donde
el reloj se ha parado y las fuentes dan orujo, donde la carretera es camino y
las flores son meigas.
He visto lunas de sangre y cruceiros en la niebla, románico dormido y
ríos que sueñan, gatos supersticiosos y alguna lavandeira.
Decía Vicente Risco, autor de la tierra “Desde el lugar más reducido del
mundo, cualquier hombre puede contemplar la inmensa grandeza del firmamento” En
mis paseos de madrugada, yo he visto el firmamento en la misma tierra. El lugar
más reducido del mundo es no soportar la soledad. Allá por O Burgo, en tierras
celtas, las puertas están abiertas a quien sepa escuchar.
Allá donde se merienda Bica mientras das un bico y anochece más allá de la noche, donde todo depende y nada es lo que parece, donde el Sagrado es arte y la gente parlante. Éche o que hai.
“Adiós, ríos; adiós, fuentes; adiós, regatos pequeños; adiós, vista de
mis ojos: no sé cuando nos veremos” (Rosalía de Castro)
Marcho, que teño que marchar
Las palabras al azar de hoy que me han salido en el diccionario son composición,
peluquero y chispa. Es difícil hacer una composición adecuada
de la situación actual. Este año estamos a las puertas de un mundial de fútbol al
que no van a acudir los equipos de derechos humanos, pero sí las selecciones de
los intereses, la publicidad y el mirar para otro lado. Nadie renuncia, ni
siquiera los jugadores gais (esos que en fútbol no se conocen), aun sabiendo como
se les mira por esos lares.
Un poco más arriba del paraíso del petróleo, el paraíso del cereal se quema
a base de bombardeos. A la espera de que salte una chispa y el fuego se extienda
en esta locura de juego de identidades.
El decorado donde ocurren estas cosas es el planeta plástico. Un cambio
climático que ya está aquí y no puede con el dinero que generan las emisiones
en cantidades ingentes, va a conseguir que el refrán, que no le gustará a
ningún peluquero, “en cien años todos calvos” se vaya a acortar en el
tiempo.
No puedo más…
Así que, por lógica,
Puedo.
Puedo menos.
Menos escapes,
apegos, indecisiones,
temores infundados.
No puedo más…
¿qué hay en ese “más”?
Indaga
No puedo más…
¡Pero puedo!
