En
esta absurda danza de contradicciones,
sin
guion ni dirección que oriente el rumbo,
una
parte de otra parte que ya no parte,
un
absurdo que se repite sin motivo.
Este
disfraz que ya no disimula
la
liberación de no seguir a la jauría.
Apátrida,
no hay dogmas ni pertenencias,
el
vagabundo, el renegado, el esquivo.
El lobo
desgarrando un cordero
es la
muerte rememorando la vida.
Montañas
y planicies, eternas y desnudas.
La tierra
grita y el hombre olvida.
En un
mundo que se desvanece
sigue
tu propio rumbo sin brújula ni objetivo.
En este
teatro que llaman vida,
sobrevive
el forastero errante, sin dueños ni motivos.
Más
allá de los grilletes de la etiqueta,
soy
el desorden, el eco del aullido,
el
roble donde reposa el águila libre,
un verso
por descifrar
en la
hoja en blanco del destino.
El
lobo lo sabe.
Los humanos
son estúpidos.
Desaparecen
en sus dogmas y conflictos.
Solo quedará
el indómito.
El fugitivo.
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