El
mero hecho de no querer preocuparse pone a la preocupación en el centro de tu existencia.
Preocúpate y sigue adelante, no hagas esfuerzos por no esforzarte. Lo que crees
que te da felicidad se convierte en un dictador, más importante que la propia
felicidad y acabas siendo su esclavo. No busques lo que nunca has perdido, los
dioses no están en templos ni retiros ni la espiritualidad en el pensamiento.
Esos lugares están reservados para las fotos de Instagram.
No
tienes razón en nada y no tienes culpa de nada, quizá responsabilidad. No hay
familia, hay amor. Familia viene de famulus
que significa esclavo. No eres más importante que una brizna de hierba, lo que
crees que eres es una creencia, la realidad está más allá de la interpretación.
No eres nada de lo que tienes ni tus méritos definen nada de ti, como no dan un
premio a un jilguero por trinar. Trina porque le gusta o lo necesita y punto.
Nadie va a otorgarte una medalla por tus quejas ni vas a ganarte un puesto en
las olimpiadas del "todo me pasa a mí."
Cuando
no estás en el centro hay energía, en el río con impurezas hay más peces, lo
contenido acaba reventando, el secreto te acaba pudriendo y la inmensa fuerza
que tienes está esperando. No importa si vuelas o chapoteas por el barro, sino
cómo has decidido realizarlo. Tu corazón ardiendo, la mente serena y el alma
guerrera.
Deja
de quejarte y atrévete a ser sin aferrarte a nada. Olvídate de perseguir la
felicidad, de los amaneceres románticos, que ellos están perfectamente sin ti.
Ocúpate de la oscuridad y mírala directamente. Y cuando llegue el momento de
coger el tren hacia el otro lado, que te pille sin mochila, ligero como una
pluma y sin nada que lamentar.
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