El faro está lejos, solo y apartado de la
comunidad. Por eso es útil.
Ilumina en circunstancias adversas siendo una
guía para navegantes, una esperanza real, una sorpresa en el horizonte y una
buena señal.
Hay momentos que debemos estar solos y
encontrar nuestro faro. Esa luz que
no se puede manipular, ese brillo que asusta y que podemos entregar, la fuerza
inmensa que escondimos por miedo, esa verdad que no quisimos sacar.
El faro es torre y luz, fuerza e iluminación.
Es el momento de despertar.
1) Todo es transitorio como
los barcos que buscan el faro. Lo que nos preocupa es el “mientras”. Aprende a
vivir con todo (incómodo y cómodo) y establece un compromiso real. Aceptar
significa vivir con ello, que no rendirse a ello.
2) Yo dirijo mi mente. Soy el
farero. Excepto si dejo que la marejada coja el timón, que es lo que suele
pasar. Puedo elegir hacia dónde dirigir la atención. Soy el que elige y no lo
elegido, no soy la comida sino el cocinero, no soy lo que pienso sino el que
piensa. Asume la dirección de la mente y disfruta de las pequeñas cosas.
3) Agradecer. Si haces una
lista de lo que puedes hacer y de lo que tienes en lugar de aquello que ya no
puedes hacer o no tienes, quizá, quién sabe, empieces a valorarlo. Tú eliges
cómo navegar.
4) Solidaridad. Que no sea una
palabra, que no sea una competición de “egos”, que no sea un negocio… Aquello
que nace de la luz interna, incondicionada y libre, es solidario. No te eches
“faroles” conviértete en el farero. Si iluminas a otros te iluminas a ti como
un espejo. ¿Cómo? No hay “cómo”, la
solidaridad es reacción y consecuencia. Si la comunidad mejora, tú progresas pues eres comunidad.
5) No controles. A no ser que
quieras aumentar la tensión mental. El barco perdido está preparado, pero no
controla todo pues, si lo hiciera, no saldría a la mar. Pueden ocurrir
tormentas, accidentes y un sinfín de acontecimientos. Si tratas de controlarlos
el controlado serás tú, por tu propio miedo, por tu propia mente.
6) Crear. Para que Ulises
regrese a Ítaca tiene que pasar por toda una Odisea. Así que hay que agudizar
el ingenio pues el viaje es largo hasta que se logre encontrar un faro. La
creatividad es la ilusión de la vida; un poema, conversaciones, juegos, diario
de viaje, nuevas formas de ayuda… Para instalarse en lo nuevo, hay que dejar
espacio en la mente descartando lo que sobra, la moda y automatismos
establecidos que me impiden crear.
7) Renuncia. El barco también
suelta lastre y muchas veces arria suntuosas velas para equilibrarse. El camino
más rápido a la estabilidad mental es darse cuenta de aquellas cosas a las que
estoy apegado, me tienen atrapado y no me atrevo a renunciar. Ya sea una
adicción, miedos, complejos, personas, etc. Llega un momento en la vida que hay que aprender a renunciar para no
renunciar a la vida.
8) Serenidad. Mantener la
calma en mitad de la tormenta sin perder el timón… es muy fácil decirlo y lo
que nos interesa es que ocurra en realidad. La serenidad llega como
consecuencia del autoconocimiento.
El timón es mi atención, el barco la vida y
los imprevistos cómodos e incómodos el mar. La serenidad llega cuando comprendo
que todo es navegar. Todo se mueve.