04 enero 2021

Nieblas pasadas

El cine tenía nombre de isla mítica, de continente perdido. La adolescencia es esa patria que nadie ubica, tierra de nadie, de quiero y no puedo, de “me da igual”, de egocentrismo sin el disimulo que vendrá luego, de caos.

Una temporada pusieron pelis de miedo. Entrábamos haciéndonos los valientes, una broma por aquí, una sonrisilla nerviosa por allá y las miradas a las chicas que, por supuesto, eran más valientes.

Recuerdo que se titulaba “La Niebla” en los años 80 y cada vez que aparecía la bruma, unas criaturas asesinas surgían y la mayoría mirábamos a través de los dedos entreabiertos de las manos. Poco a poco iban desapareciendo chicos del cine, con alguna excusa para hacerse los valientes, vamos, que no les quedaba otra que irse.

Eran tiempos de intermedio para coger palomitas, bebidas azucaradas y aplausos al final de la trama. El caso es que, una vez aguantamos hasta el final, salimos dos amigos del cine y ¡Había niebla en la calle! Mi casa, al final del pueblo, tenía un largo trecho como para ir solo envuelto en esa neblina después de sobrevivir a varios sustos. Así pues, me fui con mi amigo a su casa, donde el inicio de la adolescencia y sus miedos se curaban con un poco de pan con chocolate y un repaso a las aventuras que al día siguiente quedaban por recorrer.



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