En las calles polvorientas de Lahore, Pakistán, un mono descarado irrumpió en la ciudad, desafiante y sin temor alguno. Pero este no era un mono común y corriente; llevaba consigo un distintivo fular rosa atado a su cabeza que se le enganchó al pasar por un tendedero, como un símbolo de rebeldía en medio de la monotonía urbana.
La multitud que se congregó alrededor de este visitante creyó, en un primer vistazo, que se trataba de una atracción del circo local, que solía instalarse en las afueras de la ciudad. Rodearon al mono, señalándolo con risas y expectación, esperando que comenzara a hacer monadas. Pero este mono tenía otros planes.
Sin previo aviso, el chimpancé lanzó un feroz mordisco en dirección a un dedo señalador, desencadenando una repentina estampida de espectadores que huían en un frenesí de sorpresa y estupidez. En medio del caos, el mono se quedó allí, erguido y desafiante, el fular rosa ondeando en su cabeza, como una declaración de independencia.
Afortunadamente,
este mono en particular no se sentía limitado por la etiqueta que la humanidad
le había impuesto. No sabía que era un "mono", después de todo, esa
es solo una palabra. Y, al contrario de los humanos, no se sentía obligado a
realizar las monadas típicas que la sociedad esperaba de él. Había eludido la
captura de los seres humanos y seguía siendo libre, un recordatorio de que, a
veces, la verdadera rebeldía radica en ser uno mismo, sin importar las
expectativas de los demás.
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