No me
gustan las respuestas,
el
precio exacto, el amor perfecto,
la
comida al punto, el bebé angélico.
Observo
los naipes que formaban el castillo
caídos
en cada sonrisa falseada,
disimulo
en las relaciones,
deseos
no confesados.
No,
no me gustan las respuestas,
prefiero
las preguntas sin responder
que
zarandean tu existencia,
abrazando
el caos,
ensuciándose
las manos,
riendo
sin sentido.
Así
uno se encuentra,
a
través de la fuga del ego,
de la
anarquía del mí,
de la
liberación de lo mío,
formulando
la pregunta adecuada,
dejando
que haga su labor,
sin
que el diminuto y narcisista “yo”
responda
con sus filtros,
sus
nadas y naderías.
¿Y
cuál es la pregunta?
Esa
es la pregunta.
No hay comentarios:
Publicar un comentario