El
consumo te consume hasta el último bolsillo virtual. Prepárate para admirar
cómo con astucia se estudian tus inclinaciones derrochadoras, porque nunca se
sabe, podrían ser demasiado razonables y moderadas. El consumo te hace desear
más de lo que necesitas y anula la creatividad de estar en paz con lo que
tienes. ¿Quién la necesita cuando puedes gastar tu dinero en cosas que ni
siquiera sabías que querías? Porque, sinceramente, ¿quién tiene tiempo para la
paz mental cuando hay ventas de liquidación en todas partes?
Y
mientras hablamos de consumir, ¿por qué detenerse en los objetos inanimados? El
consumismo no se contenta con menos: ríos son devorados, pieles de animales son
arrebatadas y hasta traga plantas y polen como si fueran tapas de un bar. Ni
siquiera los cerebros se salvan, convirtiéndose en terreno fértil para la
proliferación de deseos consumistas desenfrenados.
Así
que sí, mientras las águilas se deleitan con ratones y cambian sus plumas como
si fueran modelos de pasarela, mientras las cebras saborean la hierba como si
fuera un manjar de cinco estrellas, y hasta los monos se regodean en la
simpleza de un plátano, nosotros, los sapiens, destacamos con nuestra maestría
en el arte de la estupidez consumista. Así que aquí estamos, en la cúspide de
la evolución. Como decía Groucho: “Partiendo de la nada hemos alcanzado las más
altas cotas de la miseria"
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