Ella estaba inmersa en una profunda contemplación, absorbida por el panorama que emanaba una pintura maravillosa, llena de libertad. Era un rincón donde encontraba paz, los colores que su corazón ansiaba y la esperanza que perseguía incansablemente.
De
repente, se acercó una abuela de cabello violáceo, luciendo un gorro que
albergaba un extravagante nido de pájaros; encorvada por el peso de la
experiencia, con mirada afilada y vistiendo un aspecto desaliñado, pero con una
extraña porte de reina.
"¿Qué
contemplas en esta obra, joven?", preguntó con una voz que parecía haberse
detenido en los últimos treinta años.
"¿A
qué te refieres?", respondió ella, intrigada.
"Me
refiero a lo que buscas", contestó la anciana.
Ella
pensó que una persona de aspecto tan extravagante, con un nido de pájaros en la
cabeza, no podía estar en plenas facultades, pero decidió seguirle el juego.
"Bueno,
como cualquier persona, busco más libertad, esperanza..."
"¿Y
cuál es tu excusa?", interrumpió la anciana.
"No
entiendo a qué te refieres", respondió ella confundida.
"La
respuesta no está en la obra", insistió la anciana.
"Ya
veo. ¿Me dirás ahora que lo llevo dentro de mí o algo por el estilo...?" replicó
con un tono irónico.
"No,
no, para nada. Está aquí", contestó la anciana mientras señalaba el nido
de pájaros de su sombrero.
Después
de varios intentos de tratar de explicarle a la anciana que tenía prisa y
pensar en cómo podría ayudarla, la anciana la interrumpió una vez más.
"Observa
el nido, está vacío. Cuando está lleno, la cabeza está llena y busca liberarse.
Aquellos que intentan liberarse son los verdaderos prisioneros y se encarcelan
aún más. Más allá de la pintura no hay nada, lo que buscas se encuentra en el
vuelo. Aquellos que tienen alas y no vuelan experimentan insatisfacción y
pereza."
"¿Y
cómo sabes lo que busco si ni siquiera me conoces?", dudó ella, nuevamente
sorprendida por el modo de hablar de la anciana.
"Porque
yo soy la joven que contemplaba esta obra mientras la vida pasaba delante de
mis narices. El problema era que solo aceptaba los momentos cómodos y escapaba
de los difíciles con innumerables excusas. Hasta que un día, un gorrión se posó
en mi ventana y me hizo soñar con volar como él. Se lanzó al vuelo y un gavilán
desplegó sus garras, arrebatándole la vida en pleno auge, pero... al menos
voló, aunque solo fuera por unos segundos."
"Entiendo...
uhmmm", murmuró ella, sumida en sus pensamientos. "Pero no es tan
fácil."
"¿De
qué tienes miedo?", preguntó la anciana.
"De
perder el control", admitió ella.
"Jamás
tendrás el control ni la seguridad... Imagina qué maravilla es eso. No necesito
preocuparme por el control porque sé que nunca lo tendré. Un problema menos. Si
deseas algo, ve por ello, aunque no lo consigas, seguramente aprenderás algo en
el proceso. ¿Hasta cuándo seguirás esperando? La esperanza te mantiene atrapada
en un estado de espera. Sigue tu camino con determinación y cree en ti misma,
una y otra vez. Sin excusas, no te conviertas en lo que los demás esperan de
ti."
"¿Quién
eres?", preguntó ella, asombrada.
“Soy
el eco de tus esperanzas, la voz que quería ser gritada… Y tú eres la pintora
de tu propia realidad, la que se da cuenta, el momento eterno que ya estás
viviendo si dejas de mirar más allá de aquí.
“Pero…
¿Quién eres en realidad?”
"Ya lo sabes", reveló la anciana con un destello de sabiduría en sus ojos.
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