19 julio 2023

Conversando con Nietzsche

Volvían a ser elecciones, ese momento en que todos los demás parecían idiotas si no votaban como tú (incluidos familiares) Uno mismo, en cambio, era la encarnación de la inteligencia suprema en sus elecciones. La época que la abstención beneficia a uno u otro según hablabas con uno o mira por donde, con el otro. … me aburro.

Carmelo iba al monte porque le relajaba y aprovechaba para limpiar la basura dejada por turistas, recoger hierbas medicinales y arrancar de raíz esos malditos matorrales. Además, se hacía cargo de plantar árboles; una promesa que hizo con su mujer antes de que ella fuera enterrada junto a su árbol favorito. Mientras las palabras huecas y ofertas electorales florecían por doquier, Carmelo salió a plantar un nuevo árbol. Desde la cumbre, contempló la ciudad a lo lejos y desde la cima, observó un paisaje desolado, sin árboles y mucho asfalto. Allí en la cima empezó a entablar una conversación con su perro, Nietzsche.

Dicho perro, era apátrida, en cuanto pasaba una frontera, no se sentía un perro más francés o más español o más italiano, era un caso rarísimo, pero se quedaba tan campante y no le hacía ilusión alguna saber que estaba en una patria u otra, echaba su meada en las fronteras, correteaba un poco y entraba en armonía con los árboles "Y tú, ¿qué opinas, Nietzsche?", Inquirió Carmelo a su acompañante canino. “¡Grrr!” Fue su respuesta. Recuerdo una frase tuya insistió Carmelo: “Un político divide a las personas en dos grupos: en primer lugar, instrumentos; en segundo, enemigos”

“¿Qué te parece?” “Guau”, le contestó Nietsche. Aunque los políticos no necesiten que nadie los divida, son lo suficientemente sectarios como para eso.

Qué mierda de mundo, pensó Carmelo mientras plantaba aquel árbol y reflexionaba sobre el cambio climático olvidado por el cambio político. Pero al menos, en su rincón de la montaña, él y su perro apátrida podían sentirse libres y en armonía con la naturaleza. Él solo quería seguir plantando árboles y vivir en paz con Nietzsche a su lado, el único compañero que parecía entender lo jodida y, a la vez hermosa, que podía ser la vida, más allá de palabras, de árbol en árbol, sembrando el oxígeno que no hace distinción de quién lo respira.




1 comentario:

Anónimo dijo...

Que listos Carmelo y Nietzche