Diez
años en busca de su autoestima, buscando culpables y excusas por cada
decepción, acudiendo a retiros, cursos, ponencias e incluso el típico viaje a
la India en busca de lo que no se ha perdido. Diez años, nada más y nada menos.
Permitiendo el menosprecio, pero no el de los demás, no nos engañemos; cuando
te desprecian un par de veces, la tercera ya es autodesprecio, o es que un
leopardo que se echa la siesta en un árbol permite que un mono venga a tocarle
los huevos. ¿Quién eres tú? ¿Por qué esa falta de respeto a uno mismo?
Diez
años buscando reconocimiento, entornos favorables, aprobación y validación. ¿Acaso
no se daba cuenta de que el mundo no le debía una mierda? Nadie tiene la
obligación de reconocerle, de validarle ¿Para cuándo mandar al carajo la
dependencia de la mirada ajena y empezar a vivir desde su propia coherencia en
contacto con la realidad?
Diez
años en busca de su autoestima, viajando, leyendo, acudiendo incluso a gurús…
para darse cuenta finalmente que un pez no intenta volar, un águila no intenta
ser otra cosa que un águila y el sol no intenta apagarse. ¿por qué carajo
intentaba ser alguien más?
La
persona solo necesita vivir sin evitar la realidad, sin ser adicta a la
supervisión ajena ni a lo que dicta la sociedad.
Diez
años en busca de algo que no se había perdido, sino que, de tanto aferrarse a
las excusas, prefería no encontrar. A veces da miedo ser fuerte, conectar con
la realidad, porque la persona que se esconde ya se ha identificado demasiado
tiempo con la trampa.
Pero
ahora es el momento de mostrarse, de renacer con la fuerza de un oso que sale
de su letargo. Es la hora. La hora de enfrentarse al miedo desde una
perspectiva auténtica y en contacto con la realidad, sea la que sea.
El
mayor descubrimiento no se encuentra en ninguna charla, retiro o libro
inspirador, está dentro de uno si está dispuesto a dejar de ser adicto a la
dependencia de la aprobación social. Hay luz incluso en la oscuridad si uno es
la propia antorcha.
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